- Respetar la vida y la identidad genética de todo ser humano.
- Tener una finalidad terapéutica que busque el beneficio pleno de la persona, es decir, ser empleada para corregir un defecto o eliminar una enfermedad que de otro manera sería incurable.
- Evitar todo procedimiento cuyos resultados y riesgos sean imposibles de controlar.
Fuente: SGRECCIA, Elio, "Bioética y genética", Manual de Bioética, Primera Edición, Editorial Diana, México, 1994, pp. 230-231.