PRINCIPIO COMÚN PARA TODOS LOS HOMBRES Y EXIGENCIA ÉTICA FUNDAMENTAL.
Dos hechos, la inyección de células tumorales vivas en ancianos (Brooklin, EEUU, 1963) y la inyección de virus de hepatitis a niños discapacitados (Nueva York, EEUU, 1965-1971), determinaron la necesidad de establecer normas en el campo de la actividad biomédica (1).
Los principios bioéticos, son máximas generales que permiten el análisis de las complejas situaciones que se presentan en el ámbito de la salud. Algunos, prefieren regir sus decisiones siguiendo los principios principialistas (beneficencia/no maleficencia, autonomía y justicia); otros, en cambio, prefieren los preceptos de la Bioética Personalista (defensa de la vida física, libertad/responsabilidad, totalidad/terapéutico y socialidad/subsidiariedad).
Más allá del sistema de principios por el cual se opte, cuando se debe tomar una decisión que compromete la vida, la salud o la integridad de una persona, primero, es preciso analizar cuidadosamente el hecho médico en sí mismo y comprobar la veracidad de cada una de las alternativas que se nos presentan como posibles soluciones. Después, se debe examinar qué valores están en juego y, finalmente, la solución que surja como adecuada, debe considerar todos y cada uno de los derechos humanos fundamentales y respetar todas las confesiones religiosas.
Resolver si una intervención biomédica es lícita o ilícita no es una cuestión de acalorados debates. Lo que es bueno o malo no se determina por consenso mayoritario porque la verdad siempre resulta luego de un análisis racional y toda decisión que se tome debe tener fundamento en ella.
Cuidar la vida de las personas exige tener que actuar con responsabilidad.
"Hacer el bien y evitar el mal" es el principio que, por universal, puede guiar toda reflexión y permitir que se logren acuerdos aún ante opiniones diferentes o incluso muy distantes.
(1) SGRECCIA, Elio: "Orígenes, difusión y definición de la Bioética", Editorial Diana, Primera Edición, México, 1994, cap. I, p.17.