domingo, 16 de mayo de 2010

"(...) son las madres las que mantienen unidas a las familias. (...) las que mantienen intactas sociedades enteras. (...)". Ban Ki-moon.

CON LETRA CLARA
Es escandaloso que sigan muriendo madres en el parto
La mayoría de los riesgos al alumbrar desaparecen con atención médica adecuada.
Por: Ban Ki-moon


Fuente: SECRETARIO GENERAL DE LAS NACIONES UNIDAS

En mis viajes alrededor del mundo, sobre todo a sus lugares más pobres y más problemáticos, he aprendido que son las madres las que mantienen unidas a las familias. De hecho, las que mantienen intactas a sociedades enteras. Las madres son las tejedoras de la sociedad. Hacen marchar el mundo. Y sin embargo, en general el mundo descuida a las madres.Ser madre puede traer consigo una terrible carga de miedo, ansiedad y pérdida para muchas mujeres y sus familias. Para mujeres como Leonora Pocaterrazas, de 21 años, que murió en el parto no hace mucho tiempo en la aldea montañosa de Columpapa Grande, Bolivia, dejando a su marido tres hijos para criar solo. O para Sarah Omega, de apenas 20 años, que pasó 18 horas en trabajo de parto en un hospital de Kenia. Su bebé murió pero ella sobrevivió, pese a terribles lesiones, decidida a hablar para que otras no tuvieran que soportar la misma ordalía. "La vida perdió su sentido", dijo a legisladores estadounidenses en 2008. Su testimonio contribuyó a convencer al Congreso de destinar a la salud materna una parte mayor de la ayuda al desarrollo.


Estas no son más que dos historias muy personales detrás de las estadísticas escandalosas que presenta el Fondo de Población de Naciones Unidas. Las cifras ponen en evidencia el abismo que existe entre los países ricos y pobres en lo que se refiere a la maternidad. Es una distancia que Naciones Unidas está dispuesta a salvar. En el mundo rico, cuando una madre muere en el parto, suponemos que algo salió mal. Para las mujeres del mundo en desarrollo, en cambio, morir en el parto es simplemente una realidad de la vida. En algunos países, una de cada ocho mujeres muere en el parto. Las complicaciones por el embarazo y el parto son la principal causa de muerte en chicas de 15 a 19 años en todo el mundo. En los países pobres, las embarazadas a menudo se las arreglan solas; no tienen seguro de salud ni un lugar al que puedan recurrir. Es posible que deban esforzarse por encontrar la nutrición adecuada y trabajar largas horas en fábricas y campos hasta el día en que inician el trabajo de parto. Dan a luz en la casa, quizá con la ayuda de una partera que en la mayoría de los casos no tiene ninguna capacitación médica.


Yo también nací en mi casa, en un pueblito rural coreano. Uno de mis recuerdos infantiles es haberle preguntado a mi madre acerca de una curiosa costumbre. Las mujeres que estaban a punto de dar a luz solían mirar sus simples zapatillas de goma que quedaban junto a la puerta de atrás. Mi madre me explicó que se preguntaban si volverían a ponérselas. Dar a luz era tan peligroso que temían por sus vidas. En los Estados Unidos, hace apenas 100 años, las mujeres tenían 100 veces más probabilidades de morir en el parto que en la actualidad. Sabemos cómo salvar las vidas de las madres. Simples análisis de sangre, una consulta con el médico y alguien calificado para ayudar en el parto pueden significar una enorme diferencia. Sumemos a esto algunos antibióticos, transfusiones de sangre y un quirófano seguro y el riesgo de muerte queda prácticamente eliminado.

Copyright Clarín y Project Syndicate, 2010. Traducción de Cristina Sardoy

Disponible en: http://www.clarin.com/diario/2010/05/16/opinion/o-02196048.htm
Diario Clarín
Domingo, 16 de mayo de 2010.

"¿Cómo no pueden ayudarme también?". Dinavance Kamukama

FLAQUEA LA GUERRA CONTRA EL SIDA
por Donald G. McNeil, Jr.


The New York Times
El Mundo
Clarín, p.3
Sábado 15 de Mayo de 2010

KAMPALA, Uganda - En los terrenos de la clínica de sida más grande de Uganda, Dinavance Kamukama llora sentada bajo un árbol.

Su enfermedad probablemente está muy avanzada: sus riñones están fallando y está tan débil que apenas puede caminar.

Sin embargo, no hay medicinas para Kamukama. Igual que sucede en otras clínicas en Kampala, todos los pacientes nuevos pasan a una lista de espera. Se abre un lugar cuando muere un paciente.

"Tantas personas reciben el apoyo de Estados Unidos", señaló Kamukama, de 28 años, con profunda tristeza. "¿Cómo no pueden ayudarme también?".

Con cada vez mayor frecuencia, la respuesta es negativa. Uganda es el primero y más obvio ejemplo de cómo se está desmoronando la guerra global contra el sida.

La última década ha sido lo que algunos médicos llaman una "ventana dorada" para el tratamiento. Los medicamentos que alguna vez costaban 12 mil dólares al año se desplomaron a menos de 100 dólares, y el mundo estuvo dispuesto a pagar. En Uganda, donde menos de 10 mil personas recibían los medicamentos, hace una década, ahora se cuentan casi 200 mil, en gran medida como resultado de la generosidad estadounidense. Sin embargo, la ventana dorada se está cerrando.

Uganda es el primer país donde las clínicas más importantes rutinariamente rechazan a la gente, pero no será el último. En el país vecino de Kenia, los subsidios para mantener bajo tratamiento a 200 mil personas expirarán pronto.

El colapso fue desencadenado por el efecto de la recesión global en los donadores, y por la creciente sensación de que se salvarían más vidas combatiendo enfermedades menos costosas. Incluso al tiempo que el número de personas contagiadas de sida se incrementa en un millón al año, ha dejado de aumentar el dinero para su tratamiento.

Por cada 100 personas colocadas bajo tratamiento, hay 250 nuevos contagios, de acuerdo con Onusida, la agencia de la ONU contra el sida.

Uganda es un microcosmos de ello: 500 mil personas necesitan tratamiento, 200 mil lo reciben pero cada año, 110 mil son contagiadas. Sin embargo, se ganarán algunas batallas. Los países de ingresos medios con epidemias limitadas, como India, Brasil y Rusia, probablemente pueden atender a todos sus pacientes sin ayuda del exterior. Seguramente, China puede hacerlo. Sudáfrica podría hacerlo; tiene una epidemia devastadora, pero es un país rico para los estándares africanos.

No obstante, para la mayor parte de África y otros países dispersos, como Haití, Guyana y Camboya, el regreso de los 90 parece inevitable: esqueletos vivientes en las aldeas, montones de muertos en las morques, montañas de tierra recién volteada en los cementerios.

Peter Mugyenyi, fundador del hospital donde fue rechazada Kamukama, señaló que la pérdida de interés de los donadores "me vuelve loco de la preocupación. Una vez que se corra la voz de que no hay tratamiento, la gente hará lo que hizo en el pasado: acudirá a los médicos brujos y comprará tratamientos falsos".

Para los médicos en el frente de batalla, la frustración es palpable.

Natasha Astill es una especialista británica en sida que trabaja en un hospital en la Selva Impenetrable de Bwindi. Después de una larga jornada en la que ella y una enfermera vieron a 118 pacientes, se largó a llorar.

Aún puede repartir antirretrovirales gratuitos a algunos pacientes; aunque los fondos estadounidenses de su hospital están congelados, todavía consigue algunos fármacos del ministerio de Salud de Uganda, y de los regalos en efectivo de turistas de fauna y del cantante Elton John. Sin embargo, pronto, también este hospital tendrá una lista de espera.

"Esto me molesta", manifestó Astill. "Se siente horrible. A veces te preguntas si le estás haciendo un favor a la gente. Empiezas el tratamiento, les das esperanza, y después, no estás seguro de poder continuarlo".