domingo, 16 de mayo de 2010

"¿Cómo no pueden ayudarme también?". Dinavance Kamukama

FLAQUEA LA GUERRA CONTRA EL SIDA
por Donald G. McNeil, Jr.


The New York Times
El Mundo
Clarín, p.3
Sábado 15 de Mayo de 2010

KAMPALA, Uganda - En los terrenos de la clínica de sida más grande de Uganda, Dinavance Kamukama llora sentada bajo un árbol.

Su enfermedad probablemente está muy avanzada: sus riñones están fallando y está tan débil que apenas puede caminar.

Sin embargo, no hay medicinas para Kamukama. Igual que sucede en otras clínicas en Kampala, todos los pacientes nuevos pasan a una lista de espera. Se abre un lugar cuando muere un paciente.

"Tantas personas reciben el apoyo de Estados Unidos", señaló Kamukama, de 28 años, con profunda tristeza. "¿Cómo no pueden ayudarme también?".

Con cada vez mayor frecuencia, la respuesta es negativa. Uganda es el primero y más obvio ejemplo de cómo se está desmoronando la guerra global contra el sida.

La última década ha sido lo que algunos médicos llaman una "ventana dorada" para el tratamiento. Los medicamentos que alguna vez costaban 12 mil dólares al año se desplomaron a menos de 100 dólares, y el mundo estuvo dispuesto a pagar. En Uganda, donde menos de 10 mil personas recibían los medicamentos, hace una década, ahora se cuentan casi 200 mil, en gran medida como resultado de la generosidad estadounidense. Sin embargo, la ventana dorada se está cerrando.

Uganda es el primer país donde las clínicas más importantes rutinariamente rechazan a la gente, pero no será el último. En el país vecino de Kenia, los subsidios para mantener bajo tratamiento a 200 mil personas expirarán pronto.

El colapso fue desencadenado por el efecto de la recesión global en los donadores, y por la creciente sensación de que se salvarían más vidas combatiendo enfermedades menos costosas. Incluso al tiempo que el número de personas contagiadas de sida se incrementa en un millón al año, ha dejado de aumentar el dinero para su tratamiento.

Por cada 100 personas colocadas bajo tratamiento, hay 250 nuevos contagios, de acuerdo con Onusida, la agencia de la ONU contra el sida.

Uganda es un microcosmos de ello: 500 mil personas necesitan tratamiento, 200 mil lo reciben pero cada año, 110 mil son contagiadas. Sin embargo, se ganarán algunas batallas. Los países de ingresos medios con epidemias limitadas, como India, Brasil y Rusia, probablemente pueden atender a todos sus pacientes sin ayuda del exterior. Seguramente, China puede hacerlo. Sudáfrica podría hacerlo; tiene una epidemia devastadora, pero es un país rico para los estándares africanos.

No obstante, para la mayor parte de África y otros países dispersos, como Haití, Guyana y Camboya, el regreso de los 90 parece inevitable: esqueletos vivientes en las aldeas, montones de muertos en las morques, montañas de tierra recién volteada en los cementerios.

Peter Mugyenyi, fundador del hospital donde fue rechazada Kamukama, señaló que la pérdida de interés de los donadores "me vuelve loco de la preocupación. Una vez que se corra la voz de que no hay tratamiento, la gente hará lo que hizo en el pasado: acudirá a los médicos brujos y comprará tratamientos falsos".

Para los médicos en el frente de batalla, la frustración es palpable.

Natasha Astill es una especialista británica en sida que trabaja en un hospital en la Selva Impenetrable de Bwindi. Después de una larga jornada en la que ella y una enfermera vieron a 118 pacientes, se largó a llorar.

Aún puede repartir antirretrovirales gratuitos a algunos pacientes; aunque los fondos estadounidenses de su hospital están congelados, todavía consigue algunos fármacos del ministerio de Salud de Uganda, y de los regalos en efectivo de turistas de fauna y del cantante Elton John. Sin embargo, pronto, también este hospital tendrá una lista de espera.

"Esto me molesta", manifestó Astill. "Se siente horrible. A veces te preguntas si le estás haciendo un favor a la gente. Empiezas el tratamiento, les das esperanza, y después, no estás seguro de poder continuarlo".

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