El tema de los genéricos revela una gran cantidad de intereses en juego. Cuestiones económicas, políticas y científicas se mezclan y empañan la premisa que debe respetar cualquier iniciativa de este tipo: brindar una única calidad de medicamentos para todos los habitantes de una nación.
El acceso de la población a los medicamentos esenciales para la prevención y el tratamiento de las enfermedades es uno de los mayores desafíos para la salud pública. En nuestra sociedad actual, un grupo de personas puede comprar los medicamentos que necesita sin que el precio de los mismos constituya una variable a tener en cuenta. Otro grupo de ciudadanos sólo puede acceder a aquellos fármacos cuyo costo es acorde a su nivel de ingresos. Finalmente, están aquellos sectores cuya situación socioeconómica es la más vulnerable y que sólo cuentan con el sistema público de salud para acceder a los medicamentos que necesitan.
Si las condiciones de salud de un individuo influyen en las de sus semejantes, es responsabilidad de los Estados disponer los instrumentos necesarios para que todos los habitantes accedan a medicamentos de calidad y eficacia probadas.
La Conferencia de Expertos en Uso Racional de Medicamentos convocada por la Organización Mundial de la Salud en Nairobi en 1985 determinó que "el uso racional de medicamentos requiere que el paciente reciba la medicación apropiada a su necesidad clínica, en la dosis correspondiente con sus requerimientos individuales, por un período adecuado de tiempo, y al menor costo para él y su comunidad".
Implementar por decreto ministerial la prescripción de los fármacos por su nombre genérico no constituye una medida suficiente para permitir que cada paciente reciba la medicación apropiada a su necesidad. Otorgar acceso equitativo a medicamentos de calidad y seguridad probadas, requiere la firme decisión de implementar una política seria que contemple emprendimientos de fiscalización, vigilancia y evaluación.
La razón fundamental de los medicamentos genéricos es reducir el gasto sanitario.
El compromiso ético exige a los profesionales de la salud actuar con rigor científico y absoluta responsabilidad a la hora de prescribir un medicamento.
La única verdad es que la salud de todos y cada uno de nosotros no tiene precio. La salud es un bien mayor que el mercado sanitario y los medicamentos no son bienes de consumo. La calidad y el acceso a los fármacos no son cuestiones negociables.
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