jueves, 1 de enero de 2009

Cuando el otro podemos ser nosotros

La vida cotidiana nos muestra la cantidad de veces que la dignidad humana y los derechos fundamentales que de ella derivan son ignorados y sutil o brutalmente avasallados. En el ámbito de las ciencias biomédicas pasar por alto esto es olvidar que cada decisión que se toma o se deja de tomar no sólo nos involucra a nosotros sino que también implica a otra u otras personas. Y, lo que es más grave aún, nos hace olvidar que esa otra persona podemos ser nosotros mismos. Por ejemplo, la despenalización del aborto o la pretensión de hacer de la eutanasia una práctica corriente, son dos temas muy actuales. Es decir que hoy, ante dificultades en el inicio o en el fin de la vida de un ser humano, dos alternativas intrínsecamente malas disfrazadas de compasión malentendida pretenden hacernos caer en la trampa de creer que, a veces, matar está bien. ¿Pensaríamos lo mismo si la que estuviera en juego sería nuestra propia vida? ¿Confiaríamos nuestra salud a un profesional que creyera que, en determinadas circunstancias, tiene el deber de matarnos en vez de brindarnos la atención que necesitamos? ¿Estaríamos orgullosos de ser argentinos si nuestra Constitución dejara de reconocer que la vida humana se inicia en el momento en que el espermatozoide fecunda al óvulo? En mi opinión, cuando se trata de la vida y de la salud de las personas matar no es el modo correcto de obrar. Cuando lo que está en juego es la vida y la salud de las personas una correcta decisión exige optar por aquellos tratamientos y medicamentos científicamente probados que son parte de una prudente y honesta asistencia médica. Nada más y, al mismo tiempo, nada menos. Si el bienestar individual pesara más que el bien de todos estaríamos empezando a pensar que los seres humanos somos grandes complicaciones para la vida de los demás seres humanos. Cuidar es confortar, aliviar y asistir. Ser solidario es creer que existen formas dignas para enfrentar las adversidades. Aceptar que nosotros podemos ser también el otro es admitir que cuando está en juego la dignidad, la vida y la salud de alguna persona están en juego la dignidad, la vida y la salud de todos. Nunca es lícito preferir soluciones ilegítimas para evitar tener que tomar decisiones difíciles o atravesar circunstancias penosas. Como dijo Juan Pablo II:“(…) El don de la vida (…) es demasiado bello y precioso para que nos cansemos de él (…)” y la vida humana es la que nos hace ser nosotros en un momento y el otro, apenas un segundo después.

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