Las leyes humanas deben inspirarse en el derecho natural
Ciudad del Vaticano, 17 Dic. 09 (AICA)
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Ante unos 9.000 fieles y peregrinos que colmaron el Aula Pablo VI, 2.500 de los cuales eran Legionarios de Cristo que asistieron acompañados por los miembro del Movimiento Regnum Christi, Benedicto XVI dedicó ayer la catequesis de la audiencia general de los miércoles a John de Salisbury, filósofo y teólogo nacido en Inglaterra a principios del siglo XII.
Educado entre París y Chartres, John de Salisbury fue consejero de los distintos prelados de la sede de Canterbury, de los que puso a disposición sus amplios conocimientos y dotes diplomáticas. Uno de ellos fue Santo Tomás Beckett, a quien siguió en su exilio a Francia, cuando el arzobispo se enfrentó al rey Enrique II que quería reafirmar su autoridad sobre la Iglesia, limitando así su libertad. Ya anciano fue elegido obispo de Chartres donde permaneció hasta su muerte en 1180.
El Papa citó las dos obras fundamentales de John de Salisbury, el "Metaloghicón" (En defensa de la lógica) y el Polycráticus (El hombre que gobierna). En la primera el filósofo escribe que "el creyente y el teólogo que profundizan en el tesoro de la fe se abren también a un saber práctico que guía las acciones cotidianas, es decir a las leyes morales y al ejercicio de las virtudes".
La tesis central del Polycráticus, es la de que "hay una verdad objetiva e inmutable cuyo origen reside en Dios, accesible a la razón humana y que atañe a la acción práctica y social. Se trata de un derecho natural en el que deben inspirarse las leyes humanas y las autoridades políticas y religiosas para promover el bien común". Esa ley natural se caracteriza por una propiedad que el filósofo "llama ‘equidad’, es decir la atribución a cada persona de sus derechos. De ella se derivan preceptos que son legítimos para todos los pueblos y que no pueden ser abrogados en ningún caso".
Benedicto XVI observó que el tema de la relación entre ley natural y ordenamiento jurídico-positivo, teniendo en cuenta la equidad, conserva su vigencia. "Efectivamente en nuestra época, sobre todo en algunos países -dijo- asistimos a una separación preocupante entre la razón, que tiene la tarea de descubrir los valores éticos ligados a la dignidad de la persona humana y la libertad que tiene la responsabilidad de acogerlos y promoverlos".
"Quizás John de Salisbury nos recordaría hoy que son conformes a la equidad solo aquellas leyes que tutelan el carácter sagrado de la vida humana y rechazan la licitud del aborto, de la eutanasia y de los experimentos genéticos, las leyes que respetan la dignidad del matrimonio entre el hombre y la mujer, que se inspiran en una correcta laicidad del Estado -laicidad que lleva aparejada siempre la salvaguardia de la libertad religiosa- y que defienden la subsidiaridad y la solidaridad en ámbito nacional e internacional".
"Si no fuera así acabaría por instaurarse lo que John de Salisbury define como "tiranía del príncipe" o, como diríamos nosotros, "la dictadura del relativismo": un relativismo que como recordaba hace algunos años "no reconoce nada como definitivo y considera como última medida solo el propio yo y sus deseos", concluyó el pontífice.
El Papa nombrado ciudadano honorario de Introd
Al final de la audiencia general Benedicto XVI recibió la ciudadanía honoraria de Introd, el pueblo del Valle de Aosta donde pasó sus vacaciones.
El Papa dio las gracias al presidente de la Región Autónoma del Valle de Aosta, Augusto Rollandin y al alcalde de Introd, Osvaldo Naudin por la concesión del galardón y recordó que en Introd pasó "períodos de reposo inolvidables, rodeado del espléndido panorama alpino, que favorece el encuentro con el Creador y templa el espíritu".
"Me alegra saber, por las palabras del alcalde -dijo el Santo Padre-, que mi presencia en el Valle de Aosta, y antes de la mía, la de mi predecesor Juan Pablo II, favoreció el crecimiento en la fe de esas poblaciones que estimo tanto, ricas de tradiciones cristianas y de tantos signos de vitalidad religiosa".
Benedicto XVI elogió también la labor pastoral del obispo de Aosta, Giuseppe Anfossi, en una época en que "la sociedad alimenta, sobre todo en las nuevas generaciones, ilusiones y falsas esperanzas, pero que el Señor llama a transformarse en "familia" de los hijos de Dios que viven "con un corazón solo y una sola alma", para atestiguar el amor a la vida y a los pobres".+
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