lunes, 18 de octubre de 2010

Dr. Robert Edwards

Sobre el Premio Nobel de Medicina y Fisiología

Por Diana Radakoff

Gentileza del Pbro. Abel Iglesias Cortina

Como todos los años, la elección de los premios nobel es motivo de comentarios. En este caso, me refiero en particular al Dr. Robert Edwards a quién se le otorgó el codiciado galardón de medicina y fisiología por sus trabajos en medicina reproductiva y en particular por ser el “padre biotecnológico” de Louis Brown, la primera bebé obtenida por una técnica de fecundación extracorpórea, allá por 1978.

Desde aquella época hasta ahora, mucha agua ha corrido bajo el puente de la fertilización asistida y dada la baja eficiencia de los procedimientos (recordemos que en la década del noventa la OMS sostenía que por ser técnicas experimentales no debían ser financiadas por el seguro social) se siguieron complejizando con la intención de lograr mejores resultados. Esto dio paso a la ICSI (Inyección intra-citoplasmática de semen), eclosión asistida, co-cultivo con células endometriales, crio-conservación embrionaria, etc., etc.

Recordemos que Leslie Brown, la mamá de Louis, era estéril por presentar una obstrucción tubaria. Con este procedimiento, no solucionó su problema (no fue terapéutico), pero pudo puentearlo o subsanarlo y logró ser madre. No es poca cosa, para una pareja que anhela serlo. El papa JP II en Donum vitae II 8 dice a la comunidad:
““El sufrimiento de los esposos que no pueden tener hijos o que temen traer al mundo un hijo minusválido es una aflicción que todos deben comprender y valorar adecuadamente.
Por parte de los esposos el deseo de descendencia es natural: expresa la vocación a la paternidad y a la maternidad inscripta en el amor conyugal. Este deseo puede ser todavía más fuerte si los esposos se ven afligidos por una esterilidad que parece incurable (…)”.

Sin embargo, pese a todo, el Vaticano brinda un mensaje en disconformidad por la elección del galardonado y nuevamente la sociedad se encuentra en la antinomia ciencia y fe.

¿Pero cómo puede ser? ¿No han nacido 4 millones de niños en el mundo gracias a estas técnicas? ¿No han hecho felices a 4 millones de parejas que consiguieron ver realizada su legítima aspiración a la paternidad?

Nuevamente la Iglesia católica es el ogro en esta historia como en tantas otras que escuchamos. Y si bien todos la critican, son muy pocos los que escuchan los argumentos que ofrece Ignacio Carrasco de Paula, presidente de la Pontificia Academia para la Vida:
“Sin Edwards no existiría el mercado de los ovocitos”.

El 20 de septiembre, en el diario La nación salió un artículo titulado “De oficio donante” donde varias chicas comentaban su vocación “altruista” de donar óvulos, sometiéndose a agresivos tratamientos hormonales que podían lesionar su salud. Solo cobraban un viático (el último había sido de $800) para trasladarse del conurbano bonaerense hasta el centro de fertilidad. ¿Nadie se pregunta por qué esta actitud generosa, casi filantrópica, se presenta solo en gente de pocos recursos?

“Sin Edwards no habría congeladores llenos de embriones a la espera de ser transferidos a un útero, o más probablemente para ser utilizados para la investigación, o bien para morir abandonados y olvidados por todos”

En Información general de lanación.com, se publicó el 12 de julio de 2007 la siguiente noticia: “Hay 12.000 embriones congelados en la Capital” y comenzaba así:
“Son más de 12.000, pero apenas unos 520 engendrarán bebes…”

Caramba, entonces, si el 95% de los embriones congelados no engendrarán bebés no es tan descabellado el fastidio de la Iglesia.

¿Por qué morirán ese 95% de embriones?

Muchos por la manipulación extracorpórea que los dañará al sacarlos de su hábitat natural, ya que tienen un diseño biológico tal que son felices en el seno materno.
Otros serán discriminados al mejor estilo nazi: diagnóstico genético preimplantatorio, una nueva forma de eugenesia que permite elegir, por razones médicas o sociales, el embrión que tiene derecho a vivir.
Algunos más serán abandonados por sus progenitores porque deciden dejar de intentarlo, o porque se separan, o porque ya tienen la parejita, o porque, nuevamente la filantropía, los donan para experimentar…

Desde la biología se sabe desde hace mucho tiempo, que un embrión desde que se forma es una nueva vida individual, dueño de un programa genético definido que lo identifica a lo largo de todo su desarrollo como un mismo individuo siempre de la misma especie. Un individuo humano, lo es desde el principio, ya que no hay un proceso de humanización durante la gestación. Ese embrión humano irá creciendo de modo continuo y gradual, siempre que lo dejen, o sea, que no lo lastimen manipulándolo, o por sacarle un par de células para diagnóstico, o porque después de la selección no perteneció al grupo de los elegidos, o porque fue abandonado o donado a la ciencia

Para una paternidad responsable, es requisito desear un hijo. Sin embargo esta buena intención no alcanza para la valoración moral de un procedimiento que deja en el camino la vida de tantos seres indefensos. ¿Esos pequeñitos no tienen derechos humanos?

Pero esto, es responsabilidad de todos: Las técnicas de reproducción asistida se seguirán ofreciendo como “solución” a la esterilidad, entonces sería necesario que nuestros legisladores se preocuparan, antes de intentar que las costeen las obras sociales, o el estado o quien sea, que haya algún tipo de regulación para estas prácticas. Así por lo menos, se podría evitar un poco el estrago embrionario.

También sería conveniente que se financiaran proyectos de investigación que apuntaran a solucionar las causas de la esterilidad y no a eludirla con fertilización extracorpórea.

Otra cosa importante que se podría hacer desde el Ministerio de Salud, es difundir la conveniencia de completar la maternidad antes de los 35 años. Pocas mujeres son realmente consientes de la disminución de la fertilidad con la edad, y cuántos menos riesgos se corren de tener un niño con patología genética siendo joven.

Y por último, deberían agilizarse de alguna forma los programas de adopción, de manera que muchas parejas puedan encontrar rápidamente la ocasión de brindar su amor a tantos niños carentes de hogar que necesitan ser acogidos.

¿La paternidad es un derecho o debemos considerarla un don?

La ciencia técnica no puede perderse en la ilusión de su propia omnipotencia.



Realidad Bioética agradece este generoso aporte.

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