"(...) Tener suficientes donantes no es una razón para hacer un negocio sin responsabilidad ni ética." Ryan Kramer
"Más allá de las técnicas, los seres humanos seguiremos teniendo la misma curiosidad sobre quiénes somos y de dónde venimos. Eso no va a cambiar." Ryan Kramer
15/01/2017
Disponible en: http://www.clarin.com/opinion/abrir-toda-informacion-ninos-concebidos_0_Sk0dxo-8g.html
Diálogos a fondo. Ryan Kramer
"Hay que abrir toda la información a los niños sobre cómo fueron concebidos"
Luciana Mantero. Especial para Clarín.
Ryan
Kramer tiene 26 años, egresó de la secundaria a los 14, de la
universidad a los 18 -se recibió de ingeniero espacial- y a los 19
obtuvo una Maestría. Su curiosidad por saber también es precoz: luego de
enterarse a los dos años de que había sido concebido con un óvulo de su
mamá, Wendy, y el espermatozoide de un donante anónimo, empezó a sentir
paulatinamente que necesitaba saber de ese hombre, para saber más de él
mismo. Frente a la imposibilidad legal (en Estados Unidos, como en
Argentina y en muchos otros países se firma un acuerdo de
confidencialidad), a los 10 empezó con su madre una red virtual de
personas nacidas por donación de gametas que buscan a sus donantes y a
posibles medio hermanos genéticos. The Donor Sibling Registry tiene hoy
62 mil miembros de 105 países y ha conectado a miles de personas. Kramer
promueve el fin del anonimato y llegó a Argentina invitado por la ONG
Concebir.
¿Cómo y cuándo se enteró de cómo había sido concebido?
Era muy chico, tenía dos años. En la escuela veía que otros niños tenían papás y mamás y mi mamá era madre soltera, así que naturalmente tuve curiosidad y un día le pregunté. Ella me explicó en palabras muy simples sobre el espermatozoide y el óvulo, sobre un hombre muy bueno a quien no conocía que vino para ayudarla. La miré, dije OK, y seguí lo que estaba haciendo. Con el tiempo fui sintiendo la curiosidad de saber más.
¿Cuándo empezó a sentir curiosidad por conocer a su donante?
Casi inmediatamente después de haberme enterado. Cuando vas creciendo, vas conformando tu identidad. Cuanto más descubría sobre mí mismo, más curioso era sobre de dónde venía. Por qué era tan bueno en matemáticas o ciencias, por qué era rubio y mi mamá morocha, cuestiones físicas, emocionales, intelectuales... Quería saber de él y también de otros posibles niños que pudieran haber nacido del mismo donante. Mi mamá hizo un muy buen trabajo respondiendo las preguntas y averiguando lo que pudo. Teníamos su perfil, sus medidas, su peso, su nivel educativo y datos como esos que nos había dado el Banco de Esperma.
¿Qué fue lo más difícil de atravesar de todo esto?
Cuando era muy chico me sentía frustrado y enojado cuando el Banco de esperma no me daba información. Llegué a romper una carta por el enojo. Y entonces mi mamá trató de empoderarme y me animó a que les escribiera, para que sintiera que tenía la posibilidad de cambiar algo y que no sólo era una víctima de la situación. Cada año llamábamos por teléfono pidiendo alguna información, algo diferente a lo que ya teníamos.
¿Cómo dio con su donante?
Fue a los 16. Lo encontré porque encontré en Internet que mi ADN, que había testeado, coincidía con el de un familiar lejano suyo. Él me dio su apellido y con esto, más los datos que tenía, di con mi donante. Una noche me senté y le escribí una carta. Quería ser muy claro: no quería plata, ni que fuera un padre, no estaba buscando que asumiera una responsabilidad parecida. Sólo quería que supiera que yo existía, que sentía una gran curiosidad y que tenía muchas preguntas para hacerle, si es que estaba dispuesto. Me respondió un par de días después que estaba contento de saber de mí. Fue muy amable y empezamos a intercambiar correos electrónicos. Un par de meses después volé a California para conocerlo. Fue muy emocionante.
¿Qué opina sobre abolir el anonimato de los donantes de gametos?
Estoy a favor de abrir toda la información a los niños sobre su origen, cómo fueron concebidos. Creo que el anonimato de los donantes no es bueno; que causa muchos problemas. Cuando una mujer o una pareja deciden acudir a una donación, todos los adultos involucrados llegan a un acuerdo respecto del anonimato. Pero la persona que más afectada estará, es la única que no interviene, que no tiene voz ni la posibilidad de expresar su opinión respecto a poder o no poder saber alguna vez, de niño o cuando cumpla 18, sobre esto. Podemos hacer este acuerdo pensando en cuidar a los futuros niños y en darles la libertad al respecto.
¿No cree que si se termina con el anonimato las personas podrían dejar de donar?
Hay países que terminaron con la donación anónima y se mantuvo la cantidad de donantes. En Inglaterra por ejemplo, cuando empezaron en 2004 hubo una caída, pero después se recuperó y ahora es mayor la cantidad de donantes de lo que era inicialmente. Hay muchos otros países en el mundo donde esto funciona. Pero además pienso que incluso si esto fuera así, tal vez serían las consecuencias que tendríamos que asumir para generar un mundo más justo. No hay suficientes donantes de corazón, o donantes de hígado. Y esto es así. Tener suficientes donantes no es una razón para hacer un negocio sin responsabilidad ni ética.
¿Cree que va a cambiar el concepto de la identidad con todas las nuevas técnicas de reproducción que van surgiendo?
Más allá de las técnicas, los seres humanos seguiremos teniendo la misma curiosidad sobre quiénes somos y de dónde venimos. Eso no va a cambiar.
¿Cómo y cuándo se enteró de cómo había sido concebido?
Era muy chico, tenía dos años. En la escuela veía que otros niños tenían papás y mamás y mi mamá era madre soltera, así que naturalmente tuve curiosidad y un día le pregunté. Ella me explicó en palabras muy simples sobre el espermatozoide y el óvulo, sobre un hombre muy bueno a quien no conocía que vino para ayudarla. La miré, dije OK, y seguí lo que estaba haciendo. Con el tiempo fui sintiendo la curiosidad de saber más.
¿Cuándo empezó a sentir curiosidad por conocer a su donante?
Casi inmediatamente después de haberme enterado. Cuando vas creciendo, vas conformando tu identidad. Cuanto más descubría sobre mí mismo, más curioso era sobre de dónde venía. Por qué era tan bueno en matemáticas o ciencias, por qué era rubio y mi mamá morocha, cuestiones físicas, emocionales, intelectuales... Quería saber de él y también de otros posibles niños que pudieran haber nacido del mismo donante. Mi mamá hizo un muy buen trabajo respondiendo las preguntas y averiguando lo que pudo. Teníamos su perfil, sus medidas, su peso, su nivel educativo y datos como esos que nos había dado el Banco de Esperma.
¿Qué fue lo más difícil de atravesar de todo esto?
Cuando era muy chico me sentía frustrado y enojado cuando el Banco de esperma no me daba información. Llegué a romper una carta por el enojo. Y entonces mi mamá trató de empoderarme y me animó a que les escribiera, para que sintiera que tenía la posibilidad de cambiar algo y que no sólo era una víctima de la situación. Cada año llamábamos por teléfono pidiendo alguna información, algo diferente a lo que ya teníamos.
¿Cómo dio con su donante?
Fue a los 16. Lo encontré porque encontré en Internet que mi ADN, que había testeado, coincidía con el de un familiar lejano suyo. Él me dio su apellido y con esto, más los datos que tenía, di con mi donante. Una noche me senté y le escribí una carta. Quería ser muy claro: no quería plata, ni que fuera un padre, no estaba buscando que asumiera una responsabilidad parecida. Sólo quería que supiera que yo existía, que sentía una gran curiosidad y que tenía muchas preguntas para hacerle, si es que estaba dispuesto. Me respondió un par de días después que estaba contento de saber de mí. Fue muy amable y empezamos a intercambiar correos electrónicos. Un par de meses después volé a California para conocerlo. Fue muy emocionante.
¿Qué opina sobre abolir el anonimato de los donantes de gametos?
Estoy a favor de abrir toda la información a los niños sobre su origen, cómo fueron concebidos. Creo que el anonimato de los donantes no es bueno; que causa muchos problemas. Cuando una mujer o una pareja deciden acudir a una donación, todos los adultos involucrados llegan a un acuerdo respecto del anonimato. Pero la persona que más afectada estará, es la única que no interviene, que no tiene voz ni la posibilidad de expresar su opinión respecto a poder o no poder saber alguna vez, de niño o cuando cumpla 18, sobre esto. Podemos hacer este acuerdo pensando en cuidar a los futuros niños y en darles la libertad al respecto.
¿No cree que si se termina con el anonimato las personas podrían dejar de donar?
Hay países que terminaron con la donación anónima y se mantuvo la cantidad de donantes. En Inglaterra por ejemplo, cuando empezaron en 2004 hubo una caída, pero después se recuperó y ahora es mayor la cantidad de donantes de lo que era inicialmente. Hay muchos otros países en el mundo donde esto funciona. Pero además pienso que incluso si esto fuera así, tal vez serían las consecuencias que tendríamos que asumir para generar un mundo más justo. No hay suficientes donantes de corazón, o donantes de hígado. Y esto es así. Tener suficientes donantes no es una razón para hacer un negocio sin responsabilidad ni ética.
¿Cree que va a cambiar el concepto de la identidad con todas las nuevas técnicas de reproducción que van surgiendo?
Más allá de las técnicas, los seres humanos seguiremos teniendo la misma curiosidad sobre quiénes somos y de dónde venimos. Eso no va a cambiar.
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