Si la inteligencia y la voluntad libre rigen la conducta humana, para que cada acto humano salga bien, la parte racional del hombre debe ejercer a través de su voluntad un dominio político y no despótico sobre todo lo que de ser sensible hay en él.
Si los actos humanos emanan de la voluntad libre son susceptibles de valoración ética porque, en ausencia de necesidad, la persona es dueña de sus actos.
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