Durante los últimos días del mes de julio y los primeros de agosto, a través de los medios masivos de comunicación, nos enteramos que personas vivas son derivadas a la morgue, que una esposa quiere que su marido ofrezca su semen a cambio de dinero, que la legalización del aborto fue el remedio para evitar la delincuencia juvenil en Estados Unidos, que otra mujer pensó que alquilando su vientre iba a poder darle de comer a sus otros hijos y que hay adultos que no pesan más de 30 kilos.
Otras tantas veces, y ya en el ámbito de los establecimientos sanitarios, es común escuchar que aquel profesional que se expresa con firmeza porque no admite el incumplimiento de las normas mínimas de bioseguridad, en lugar de ser un agente de salud responsable que vela por sus pacientes, es simplemente una persona de mal carácter que además, dicen, no entiende lo que pasa. También pasa que, por caprichosas razones de servicio, algunos pacientes tienen turno una vez a la semana y otros -en el mejor de los casos- una vez al mes. Igualmente es frecuente que los pacientes sean cambiados arbitrariamente de profesional y, para colmo de males, se admiten insumos para su atención que no permiten brindar prestaciones de calidad.
Uno de los principios de la Bioética es el principio de no maleficencia. Cumplir con él obliga a no dañar y a realizar correctamente la labor profesional, sea cual sea, el lugar donde nos toque desempeñarnos.
Dice María Nieves Martín Espíldora que: "... el buen hacer profesional está estrechamente vinculado con el bien del paciente que es el fin prioritario de la actuación del médico y anterior a..." los intereses de cualquier sistema de salud.
Cuando las realidades que se nos presentan son tan complejas, la única alternativa posible es orientar cada conducta a la verdad y el bien para poder así tutelar la dignidad humana frente a todo intento distorsionante.
"La obligación de hacer el bien está siempre mediada por el juicio de la prudencia, que indica lo que debe hacerse aquí y ahora, atendidas las circunstancias y el papel del sujeto". (Joaquín García-Huidobro en 'Ética y Psiquiatría').
Estupefactos ante las múltiples facetas de la realidad sanitaria no debemos, a pesar de todo, dejar de mirar al futuro con confianza y esperanza. El actuar humano deberá promover la dignidad y la vocación integral de la persona. Cada hombre deberá reconocer que establece para con cada cosa y para con cada persona una relación de responsabilidad. De este modo, y en ningún caso, podrá justificarse que la persona humana sea instrumentalizada para fines ajenos a su mismo desarrollo y sometida a injustas restricciones en el ejercicio de sus derechos y de su libertad.
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